We enjoyed a delicious lunch on the rocks with the other 3 families, and soon the fourth one arrived. There, in the middle of an enormous national park, in a beach that barely any people had ever heard of, we were pretty much having a massive spanish catchup.
The kids were wildly running around the sand, screaming playfully as the waves tickled their bare feet as I walked around slowly smiling and stopping sometimes and sitting on a log or something. It was pretty much a relaxing time for all of us (apart from the kids who never relax because they're always too hyperactive, but you get the point).
Of course, dad doesn't do light excursions, there's always a twist to an easy walk in the bush. Now we were walking through the part where normal people don't venture into; but we're Spanish. The group clambered through the rocks at the side of the small sea cliff where the waves lashed enthusiastically. When there was no possible way of getting up across an abnormally large rock, I (as I was at the front of the group) decided to find a route through the foliage, then the adventure started.
The first two people, Rodrigo and I, encountered a bull ant nest, who decided to bite us for disturbing their Saturday. Following the girly screaming from both of us, the rest of the group decided to embark on a new route that didn't intersect the ant nest. Afterwards, I unfortunately decided to lean my arm against a strong looking branch poking out of the dirt wall at my shoulder height, to find out it was a larvae nest of some sort. I then learnt to never lean on branches poking out of the dirt at my shoulder height ever again.
The excursion got a whole lot more interesting when we decided that we were lost, because the path ended and there was only a few rocks ahead of us, two meters below, and there was no path to our left, and to our right was the navy blue ocean. A light followed, and the decision was to lower ourselves to the little rocks sitting on top of the small ocean entrance into the cliff face. All of us tiptoed through with care not to slip onto the water. I have a fast pace, and soon I could look back 400 meters and still see some members of the group lowering themselves from our original path. Minutes after that, they weren't visible, of course, this was a small cliff we were walking at the bottom of, and it twisted often. One of the adults caught up with Rodrigo, Marina and I and he told us he had found a track that lead back up to the car park. We slowly and heavily dragged ourselves uphill, tired, thirsty and sweaty. After approximately 15 minutes we had arrived at our destination, the intersection of the beach trail, and the car park trail. We waited in silence with the odd sentence every now and then, waiting for another 15 minutes; then I called mum.Here it gets funny, they had missed the hidden entrance of the passage we had taken, and had kept on walking until they had reached the next beach, where there was a sign saying "Car Park" and a sign pointing at somewhere but apparently there was no visible path, so they had to retrace their footsteps until they found our passage up.
Seeing we were waterless, having finished all of our water, we were getting rather impatient. My phone kept us entertained for a while, then we started talking. Another 15minutes and they arrived, in three different groups. We had a good laugh about it, then kept glowingly walking the short way to our cars.
The arrival back to known territory was celebrated with smiles and a lot of water (which we drank). It was an enjoyable day altogether, and like dad had said, "unforgettable".
View of the beach that we arrived at after the first part of the walk.
Group photo of the four of the five families.
The small cliff face; struggling to get through the bushes.
El pequeño acantilado; luchando para atravesar la maleza.
One of the exhilarating moments of the excursion.
Uno de los momentos peliagudos de la excursión.
Sunset seen on the tiring walk up.
Relaxing image of a boat at sundown.
Imagen relajante de un velero al anochecer.
El parque nacional de Ku-ring-gai Chase, de nuevo. El siguiente destino: la bahía de Flint y Steel. Era un día soleado con buen tiempo y una suave brisa marina, descendimos hacia la playa a través del bosque denso y verde. Al llegar, nos quedamos alucinados y algo celosos de otra gente que había venido preparada para un bañito en las brillantes aguas de la bahía.
Disfrutamos un delicioso almuerzo sobre las rocas con otras 3 familias, y enseguida llegó la cuarta que faltaba. Allí, en el medio de un enorme parque nacional, en una playa de la que apenas ha oído hablar la gente, estábamos esencialmente haciendo una masiva puesta al día.
Los niños corrían salvajemente en la arena, chillando alegremente mientras las olas les hacían cosquillas en sus pies desnudos mientras yo andaba despacio, sonriendo y parando a veces o sentándome en un tronco o haciendo cualquier cosa. Era un tiempo para relajarnos todos (sin contar a los niños que nunca se relajan porque están siempre demasiado hiperactivos, ya me entendéis).
Por supuesto, a mi padre no le gustan las excursiones ligeras, siempre hay algo detrás de una excursión fácil al campo. De pronto nos encontramos andando en una zona donde la gente normal no se aventura; pero nosotros somos españoles. El grupo escaló a través de las rocas del pequeño acantilado al lado del mar donde las olas chocaban entusiásticamente. Cuando no hubo posibilidad de continuar a través de una roca anormalmente grande, y (como iba al frente del grupo) decidí encontrar una ruta a través del follaje, entonces la aventura comenzó.
Las dos primeras personas, Rodrigo y yo, encontramos un nido de hormigas toro, que decidieron picarnos por molestarles en su sábado. Como consecuencia de los gritos histéricos de ambos, el resto del grupo decidió embarcarse por una ruta nueva que no cruzara el nido de hormigas. Después, desafortunadamente decidí apoyar mi brazo contra una rama de aspecto fuerte que salía de la pared de tierra a la altura de mi hombro, para después darme cuenta que era el nido de no sé qué tipo de larvas. Entonces aprendí que no debo de apoyarme en ramas que salgan de paredes a la altura de mi hombro nunca más.
La excursión se hizo mucho más interesante cuando nos dimos cuenta de que estábamos perdidos, porque el camino se terminaba y sólo había unas pocas rocas enfrente de nosotros, dos metros más abajo, y no había camino a nuestra izquierda y a nuestra derecha estaba el océano azul marino. Discutimos un momento, y decidimos descender a las pequeñas rocas situadas sobre la pequeña entrada de océano en la cara del acantilado. Todos cruzamos de puntillas con cuidado de no escurrirnos en el agua. Yo ando deprisa y pronto pude mirar hacia atrás y como a unos 400 metros todavía pude ver algunos miembros del grupo bajando desde el camino original. Minutos más tarde ya no eran visibles, por supuesto, el pequeño acantilado por cuya zona inferior estábamos andando giraba con frecuencia. Uno de los adultos nos alcanzó a Rodrigo, Marina y a mí y nos dijo que había encontrado un camino que nos llevaría al parking. Despacio y pesadamente nos arrastramos montaña arriba, cansados, sedientos y sudorosos. Después de aproximadamente 15 minutos llegamos a nuestro destino, la intersección del camino de la playa y el camino del parking. Esperamos 15 minutos en silencio con una frase suelta de vez en cuando. Entonces llamé a mamá. Aquí la cosa se vuelve graciosa, el resto del grupo con el que ella venía había despistado la entrada del pasaje que nosotros habíamos tomado y habían seguido andando hasta que encontraron la siguiente playa donde había un cartel diciendo "Parking" y una flecha apuntando a algún sitio pero al parecer no se veía ningún camino, así que tuvieron que retroceder hasta encontrar nuestro camino de vuelta.
Viendo que estábamos sin agua, habiéndonosla terminado toda, nos íbamos poniendo bastante impacientes. Mi teléfono nos tuvo entretenidos durante un rato, entonces comenzamos a hablar. Pasaron otros 15 minutos y llegaron los que faltaban, en tres diferentes grupos. Nos reímos bastante de eso, después seguimos andando tan ufanos el corto recorrido hasta nuestros coches.
El regreso a territorio conocido se celebró con sonrisas y mogollón de agua (que nos bebimos). En conjunto, fue un día estupendo, y como mi padre dijo, "inolvidable".
El parque nacional de Ku-ring-gai Chase, de nuevo. El siguiente destino: la bahía de Flint y Steel. Era un día soleado con buen tiempo y una suave brisa marina, descendimos hacia la playa a través del bosque denso y verde. Al llegar, nos quedamos alucinados y algo celosos de otra gente que había venido preparada para un bañito en las brillantes aguas de la bahía.
Disfrutamos un delicioso almuerzo sobre las rocas con otras 3 familias, y enseguida llegó la cuarta que faltaba. Allí, en el medio de un enorme parque nacional, en una playa de la que apenas ha oído hablar la gente, estábamos esencialmente haciendo una masiva puesta al día.
Los niños corrían salvajemente en la arena, chillando alegremente mientras las olas les hacían cosquillas en sus pies desnudos mientras yo andaba despacio, sonriendo y parando a veces o sentándome en un tronco o haciendo cualquier cosa. Era un tiempo para relajarnos todos (sin contar a los niños que nunca se relajan porque están siempre demasiado hiperactivos, ya me entendéis).
Por supuesto, a mi padre no le gustan las excursiones ligeras, siempre hay algo detrás de una excursión fácil al campo. De pronto nos encontramos andando en una zona donde la gente normal no se aventura; pero nosotros somos españoles. El grupo escaló a través de las rocas del pequeño acantilado al lado del mar donde las olas chocaban entusiásticamente. Cuando no hubo posibilidad de continuar a través de una roca anormalmente grande, y (como iba al frente del grupo) decidí encontrar una ruta a través del follaje, entonces la aventura comenzó.
Las dos primeras personas, Rodrigo y yo, encontramos un nido de hormigas toro, que decidieron picarnos por molestarles en su sábado. Como consecuencia de los gritos histéricos de ambos, el resto del grupo decidió embarcarse por una ruta nueva que no cruzara el nido de hormigas. Después, desafortunadamente decidí apoyar mi brazo contra una rama de aspecto fuerte que salía de la pared de tierra a la altura de mi hombro, para después darme cuenta que era el nido de no sé qué tipo de larvas. Entonces aprendí que no debo de apoyarme en ramas que salgan de paredes a la altura de mi hombro nunca más.
La excursión se hizo mucho más interesante cuando nos dimos cuenta de que estábamos perdidos, porque el camino se terminaba y sólo había unas pocas rocas enfrente de nosotros, dos metros más abajo, y no había camino a nuestra izquierda y a nuestra derecha estaba el océano azul marino. Discutimos un momento, y decidimos descender a las pequeñas rocas situadas sobre la pequeña entrada de océano en la cara del acantilado. Todos cruzamos de puntillas con cuidado de no escurrirnos en el agua. Yo ando deprisa y pronto pude mirar hacia atrás y como a unos 400 metros todavía pude ver algunos miembros del grupo bajando desde el camino original. Minutos más tarde ya no eran visibles, por supuesto, el pequeño acantilado por cuya zona inferior estábamos andando giraba con frecuencia. Uno de los adultos nos alcanzó a Rodrigo, Marina y a mí y nos dijo que había encontrado un camino que nos llevaría al parking. Despacio y pesadamente nos arrastramos montaña arriba, cansados, sedientos y sudorosos. Después de aproximadamente 15 minutos llegamos a nuestro destino, la intersección del camino de la playa y el camino del parking. Esperamos 15 minutos en silencio con una frase suelta de vez en cuando. Entonces llamé a mamá. Aquí la cosa se vuelve graciosa, el resto del grupo con el que ella venía había despistado la entrada del pasaje que nosotros habíamos tomado y habían seguido andando hasta que encontraron la siguiente playa donde había un cartel diciendo "Parking" y una flecha apuntando a algún sitio pero al parecer no se veía ningún camino, así que tuvieron que retroceder hasta encontrar nuestro camino de vuelta.
Viendo que estábamos sin agua, habiéndonosla terminado toda, nos íbamos poniendo bastante impacientes. Mi teléfono nos tuvo entretenidos durante un rato, entonces comenzamos a hablar. Pasaron otros 15 minutos y llegaron los que faltaban, en tres diferentes grupos. Nos reímos bastante de eso, después seguimos andando tan ufanos el corto recorrido hasta nuestros coches.
El regreso a territorio conocido se celebró con sonrisas y mogollón de agua (que nos bebimos). En conjunto, fue un día estupendo, y como mi padre dijo, "inolvidable".
Hola Pablo y María, y "niñas" porque os veo ya muy grandes. No sé si os acordaréis de nosotros. Somos Felipe, Nuria y family, los amigos de Juan Carlos y Lola. Desde que os fuisteis de vez en cuando me meto en vuestro blog porque me parecía superinteresante. Ahora hacía ya bastante que no os leía y veo que ahora la que escribe, y en inglés, es Victoria con lo cual aún me gusta más porque así practico. Que grandes y que guapas están vuestras niñas!! Bueno pues nada que nos alegramos mucho de que os vaya tan bien y sobre todo las "excursiones" que hacéis que son superbonitas. Bueno y aplicaros que veo que en este año aún no habéis metido nada nuevo...
ReplyDeleteUn beso
Gracias por vuestro mensaje. Realmente la vida nos tiene muy entretenidos... (y el buzón de correo) y tardamos en escribir. Un abrazo,
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